Desde el principio de los tiempos, la educación de las generaciones futuras ha sido una gran prioridad para todas las especies inteligentes. Sin embargo, en el caso de las generaciones recientes de seres humanos, parecemos haber olvidado muchos de los valores más importantes transmitidos desde nuestros ancestros y perdido parte de nuestras capacidades, debido a la confusión ante las muchas y diversas metodologías educativas y razones básicas para el aprendizaje.

​

Afortunadamente, gracias a los esfuerzos de líderes educativos como Rudolf Steiner y Maria Montessori, disponemos en la actualidad de un sistema educativo basado en el papel de la imaginación en el aprendizaje, procurando integrar holísticamente el desarrollo intelectual, práctico y artístico de los alumnos.
Esto se refleja en el enfoque de las escuelas para la educación de la primera infancia, que se centra en prácticas, actividades y juegos creativos.

 

Más adelante, estos programas educativos se centran en desarrollar la expresión artística y las capacidades sociales; y, finalmente, en desarrollar el razonamiento crítico y la comprensión empática. El objetivo primordial es desarrollar individuos libres, moralmente responsables e integrados, equipados con un alto grado de competencia social. Dentro de estos sistemas, los maestros y las escuelas tienen una gran autonomía en la determinación del contenido curricular, la metodología de enseñanza y la gobernanza.